viernes, 30 de marzo de 2012

Los cuentos mágicos (relatos) ACTO VII

 ACTO VII
La sombras de los árboles parecían mezclarse hasta fundirse en un abrazo con los cuerpos, creando formas confusas que , a la vista, llenaban las retinas de un erotismo inusual.
La confusión de gemidos y suspiros con el tenue susurrar de las hojas y el siseo y restallido de las ramas,,,, los perfumes de la noche en el aire, del musgo y de la savia, del mar y de los rincones más escondidos de los cuerpos,...
Todo a nuestro al rededor nos envolvía acentuando, hasta extremos indescriptibles, la sensibilidad de cada roce, de cada beso, de cada caricia,... en una singular experiencia de los sentidos en que la expresión de uno solo se fundía en los demás incrementando su ser y su esencia y adquiriendo las notas más exquisitas de los otros para conformar un nuevo sentido especial que nos rociaba con sus singulares perfumes, sonidos y fragancias, convirtiendo nuestra piel en un alma erizada de sensaciones infinitas.
Sentía el sexo fluir a nuestro alrededor como un río que todo lo inundaba y que hacía palpitar el mio propio de una forma ardiente entre los muslos de aquella mujer espectacular.
Una imponente sombra se acercaba por detrás de Gloria proyectándose sobre su espalda. Las Grandes manos de Alejandro agarraron sus caderas mientras comenzaba a acariciar su sexo contra los húmedos labios vaginales . La punta de su glande jugaba entre la suavidad de su carne estimulando las zonas de placer más expuestas, hinchando sus venas en una erección casi pétrea.
Gloria separó ligeramente las piernas para exponer así más abierto su placer mientras las manos de Alejandro aferraban fuertemente las nalgas permitiendo a sus ojos contemplar el espectáculo de su culo abierto y jugoso.
Pude sentir como la penetraba Alejandro.
Lo sentí en su rostro , en la tensión de sus piernas, en su boca entreabierta que abandonaba por momentos el juguete del joven en sus labios, en su gemido sordo de placer. Lo sentí varias veces pues , Alejandro, jugaba ahora con su sexo penetrándola y sacándolo completamente una y otra vez, haciéndole sentir cada embestida de una forma más profunda e intensa.
Samantha también lo sentía ahora pues mis embestidas se contagiaban del sentimiento de Gloria y mi ritmo se acoplaba al suyo, y el joven lo sentía al tiempo ya que la boca de ella succionaba, con pasión, casi dolorosa, su miembro, mientras las manos de Gloria apretaban y acariciaban firmemente su culo y sus testículos.
Como en una orquesta de cámara los cinco compartíamos los sonidos de los otros, sus caricias y sus ritmos creando una sola armonía de gemidos , de gritos y de placer que invadía cada rincón del bosque mezclándose en la gran orquesta de los cuerpos infinitos que se entregaban al deseo.
Mis manos sujetaban los tobillos de Gloria sintiendo su estremecimiento y su tensión mientras escuchaba el potente golpear del pubis de Alejandro contra sus nalgas. Mi cuerpo se estremecía en convulsiones aguantando la explosión del cuerpo de Samantha mientras veía y sentía como el joven , no aguantando ya más, reventaba en su boca con un rugido inconfundible mientras sus brazos sujetaban los de Gloria y los dedos de ambos se clavaban en sus antebrazos en profundas uñas que marcaban la pasión en la piel.
Los orgasmos de Gloria se iban sucediendo en uno casi continuo desde que la poya de Alejandro entrara definitivamente en su apretada vagina mientras Samantha se estremecía con su boca inundada de la blanca leche y el sacudir de mi miembro que ahora , al igual que Alejandro , reventaba también en una explosión ya incontenible.
Los gemidos dejaban progresivamente paso a los jadeos y a una gratificante risa de satisfacción arropada ahora por las suaves caricias y el abrazo común de los cuerpos.
La invitación de Pierre no nos había pillado por sorpresa a ninguno.
Tras nuestro viaje y las experiencias en Haiti Pierre y Samantha se habían manifestado claramente no solo como unos perfectos conocedores de determinados rituales esotéricos, sino como partícipes habituales en cierto tipo de “asociaciones secretas” que se inscribían en lo que ellos llamaban un “ocultismo blanco”.
Cuando Tatine y yo nos incorporamos al grupo este ocupaba ya unos deliciosos sillones estilo colonial en la terraza del hotel. Ni siquiera el Vermú rojo que degustaba a pequeños sorbos había conseguido aún borrar esa palidez producto de la impresión que se reflejaba en el semblante de Paloma.
El viaje se había hecho tan largo como la misma noche y , sin embargo, ninguno teníamos ni el deseo ni la necesidad de arrojarnos al sueño sino , más bien, de recomponer los ánimos con un aperitivo que sentase nuestros confusos cuerpos.
Mientras Hantouk hablaba, la mirada perdida de Samantha y el gesto de sus brazos, como si todavía se hallase acurrucando a Gloria en su seno, hacían entender claramente que su mente se encontraba sino en otros lugares si en otros momentos.
Pedí un martini con vodka al camarero mientras cogía distraídamente una de las ostras que había sobre la pequeña mesa.
La voz de Hantouk se dejaba escuchar en un susurro grave mientras explicaba detenídamente, lo extraño del acontecimiento y que en sus años como Hugan, jamás había visto a ningún espíritu elegir a un no iniciado para su comunicación.
Pierre y Alejendro parecían escuchar con seriedad y atención sus explicaciones sobre la delicada situación que se había vivido ya que Erzulie había irrumpido de una forma violenta manifestando claramente su lado petro más violento y oscuro.
La conversación y el tiempo transcurrían en un murmullo ahora en mi cabeza mientras mi mente vagaba entre viejos recuerdos que casi había olvidado.
  • Creo que va siendo ya hora de que almorcemos algo. Si me lo permite subiré a ver como se encuentra su esposa..., sería conveniente que comiese algo.
  • Vaya usted Tatine..., vaya..., se lo agradezco, yo subiré en seguida para ayudarla, aún necesito despejar algo mi cabeza.
La mano de Tatine se apoyó en mi antebrazo en un gesto de familiar confianza y mi mirada le siguió mientras cruzaba el amplio salón hasta perderle en la escalera que conducía al piso de las habitaciones.

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