viernes, 30 de marzo de 2012

Los cuentos mágicos (relatos) ACTO VI

 ACTO VI
La furgoneta , una vieja Volkswaguen Caravelle a la que solo le faltaban las marguaritas y el símbolo de la paz pintados para habernos trasladado a los años 60, renqueaba por un estrecho camino polvoriento flanqueado por árboles tropicales y arbustos de flores vivas y singulares que esparcían su aroma impregnando el aire de intensos perfumes que se mezclaban en una cálida armonía con el húmedo ambiente.
Tatine, un negro joven de cuerpo moldeado por el trabajo físico, conducía casi al descuido entre las curvas que parecía conocer casi tan bien como la cocina de su restaurante.
El viaje no duró más de quince minutos desde la puerta del establecimiento hasta un pequeño claro en el bosque tropical tan cerca de la playa, que el humo de las hogueras y el sonido de las olas rompiendo sobre la arena se acercaban claramente en un suave rumor hasta nuestros oidos.
En un extremo del claro una vieja casa, casi una choza, pintada en vivos retales de colores, parecía dar la bienvenida a la gente que se agolpaba al rededor.
El sonido de los tambores se hacía ahora perfectamente definido pudiendo verse dos más pequeños que flanqueaban un gran jambé en el centro mientras tres hombres , únicamente vestidos por un ligero pareo, marcaban sus ritmos con las baquetas y las blancas palmas de las manos, en un suave y agradable murmullo de percusión.
Varias mujeres y hombres bailaban salpicados entre el fuego de las hogueras, reflejando los tonos cobrizos de sus llamas en los desnudos torsos caoba bruñidos por el sudor de la humedad.
Un hombre esbelto , con el pelo ensortijado y canoso al que veíamos de espaldas, se afanaba en bañar, con un cuenco de agua clara, a varias mujeres desnudas ayudado por un grupo no menos nutrido de mujeres, ataviadas con blancos vestidos y pañuelos multicolor.
  • Es el Hugan , está acabando los rituales de purifiación ayudado por las mambosas.
Nos comentaba Tatine, encaminando sus pasos hacia el lugar.
A cada paso, desconocidas manos nos acercaban botellas de las que, a pequeños pero constantes sorbos, todos iban bebiendo el dulce Klerec, una especie de aguardiente de caña parecido a un Ron que, aún sin envejecer, se dejaba beber con un paso suave en las gargantas.
Ya más cerca pudimos observar como las mujeres limpiaban minucosamente sus sexos ayudándose las unas a las otras, con un líquido macerado en diversas hierbas que extraían de recipientes y botellas.
El Hugan se lavaba ahora las manos y , secándolas con una blanca toalla de algodón, se volvió lentamente hacia nosotros.
Sus palabras comenzaron a fluir mientras se giraba antes de vernos, como conociendo nuestra presencia justo tras el.
  • Me alegra que se hayan decidido a venir
El habla pausada de Hantouk, acompañada de una abierta sonrisa de bienvenida, nos dejó sorprendidos a todos ,..., menos a Pierre y a Samantha que , con una extraña naturalidad , parecieran esperar no solo su presencia en aquella ceremonia sino su importante papel en la misma.
Hantouk y Pierre se abrazaron entonces acompañando el fuerte gesto de una sonora carcajada que se impuso sobre el sonido de los tambores y los cánticos, para, a continuación , besar efusivamente a Samantha en sus dos mejillas.
  • Ciertamente esta mañana me costó mucho interpretar mi papel y no darte este abrazo querido amigo.
  • Nos hubiésemos perdido esta maravillosa cara de sorpresa en tus amigos, ja,ja,ja.
  • Hantouk y yo fuimos compañeros en la universidad, en París, y compañeros de cuarto en la residencia, hemos vivido ya muchas historias juntos.
  • He de dejaros ahora para ocuparme de la ceremonia. Hoy llamamos al espíritu de Erzulie y hay que estar especialmente atentos pues aunque es una Loasa Rada, no deja de presentar una cara Petro que hay que saber controlar. Luego nos vemos.
Hantouk se encaminó con paso suave hacia el primer grupo de danzantes, mezclándose con ellos en sus cantos y en la bebida del Klerec.
Fué entonces cuando Pierre comenzó a explicarnos que la invocación de aquella noche era un rito muy especial que se realizaba una vez al año y en el que se llamaba a la Loasa Erzulie, segunda esposa del grán espíritu Dambala, a quien se invocaría previamente pues el era la llave para que las puertas de los loas se abriesen hacia los vivos.
Curiosamente Dambala tenía dos esposas, la primera Aida Wedo que representaba los valores de la fecundidad y maternidad y una segunda Erzulie que encarnaba el espíritu de la sensualidad , la belleza y el erotismo y a la que se pedían los favores del amor y de la seducción.
El ceremonioal Vudú había empezado por la mañana con los actos de purificación de los Iniciados, únicos cuerpos capaces de recibir a los espíritus, y con la limpieza de los animales que habían de ser sacrificados.
En sí , todo lo demás no estaba ya sujeto a ninguna regla o rito, sino que era un fluir de cánticos, tambores y danzas, de expresión y de llamada, en la espera de que acudiesen los Loas a la invocación.
El tiempo transcurría en un creciente ritmo de tambores y en la ingesta constante de Klerec que comenzaba a aturdir nuestros sentidos de una forma imprecisa. La sensación de estar flotando como parte del aire y del ambiente comenzaba a invadirnos y allí sentados en el suelo junto a las hogueras observábamos como nuestros espíritus se iban mezclando con las danzas en una especie de abandono terrenal de nuestros torpes cuerpos.
La posesión del Gran Toro llegó, de repente, de una forma natural y embriagadora que hacía que la sangre de aquellos animales y su agonía penetrasen ávidamente en nuestros cuerpos casi como un alimento esperado, como una especie de cálido refugio que reforzaba la embriaguez de nuestras mentes.
Los ritmos de las danzas crecieron entonces en un frenético paroxismo y aquí y allá los danzantes representaban en sus bailes inconscientes, escenas de sodomía entre hombres, de penetración con las mujeres apoyadas en los brazos mientras sus piernas rodeaban fuertemente las cinturas de los ellos en un abrazo al son de los tambores, de cálidas y voluptuosas nalgas que ofrecían su sexo levantando los pareos, retorciendo los cuerpos para mostrar los muslos relucientes de ébano y los eniestos falos rozándose y frotándose en la piel o apretados entre firmes manos.
Aunque todo eran danzas y no existía un sexo explícito en los actos, la sensación de ese erotismo y sexualidad nos iba invadiendo plenamente. Nuestras respiraciones se agitaban y notaba las manos sudorosas y tensas de Gloria aferrando las mías y su ritmo y palpitar crecientes , sentada junto a mi en un , cada vez más intenso, balanceo de su cuerpo.
En un instante noté encenderse mi sexo de una forma irreflexiva y dulce y como el deseo crecía apasionadamete en mi interior. Observé a mis amigos y noté como Alejandro y Paloma se encontraban absortos y embebidos en un estado similar y cómo Samantha y Pierre parecían bailar, firmemente pegados, al ritmo de las sensuales notas de los timbales.
Una repentina tensión sobre mi mano.. y las uñas de Gloria se clavaron profundamente en mi piel. Todavía aturdido un instante ,mi mente tardo en reaccionar lo justo para , al volver mi torso hacia ella , ver como su cuerpo se arqueaba y como un resorte giraba sobre si mismo estirándose para comenzar a caer , completamente rígido, como un árbol recién cortado.
Sin poder reaccionar vi como los fuertes brazos de Hantouk la recibián justo antes de tocar el suelo. Como su cabeza se extendía hacia atrás en una tensión indescriptible y sus ojos parecián girar sin control de un lado a otro, como buscando algo infinitamente más rápido que su mirada.
La mano de Hantouk arrodillado, sujetó su frente fuertemente apoyando su espalda contra su muslo mientras Tatine , sujetando fuertemente sus tobillos, intentaba detener el incontrolado movimiento de sus piernas . Las manos de Gloria se aferraban a la tierra arañando la hierba y sus caderas oscilaban provocativamente de un lado a otro separando las rodillas todo lo que las firrmes manos de Tatine le permitían.
Un círculo de mambosas e iniciados , aún danzando, se había cerrado rápidamente en torno a la escena, mientras los tambores, los cánticos y las danzas iban adquiriendo un ritmo desenfrenado y creciente y el rostro de Gloria pasaba por mil expresiones que yo jamás había conocido en ella.
El sudor hacía brillar todo su cuerpo.
Tatine levantó su vestido y , arrancando el tanga de un solo movimiento con su boca , aspiró profundamente el olor de su sexo.
Las miradas de Hantouk y Tatine se cruzaron y estas, a continuación con las de las mambosas que , arrodillándose en torno al cuerpo de Gloria , comenzaron a recorrerlo con sus manos bajo la atenta mirada del Hugán.
Poco a poco, en un tiempo interminable y lento, el cuerpo de Gloria fué entrando en un plácido desmayo para quedarse rota y desmadejada sobre la hierba.
El Hugan la levantó en sus brazos y , mirando fíjamente a Samantha , la depositó suávemnete dormida en el arrullo de su cálido pecho.
Los Loas y Loasas prolongaron sus visitas hasta las primeras luces del alba , entre los cánticos, , los tambores, las risas y las danzas mientras mi mente vagaba perdida entre la contemplación de Gloria y el confuso recuerdo de los instantes vividos.
La vieja caravelle se había detenido frente a la puerta del Hotel. Habíamos realizado el viaje en silencio, escuchando las explicaciones de Hantouk mientras Gloria yacía, plácidamente dormida aún, entre los brazos de Samantha.
  • No es frecuente que Erzulie decida comunicarse a través de un no iniciado, es algo sumamente extraño. Afortunadamente su presencia era de bondad y solo hemos tenido que invitarla a salir y comunicarse con otros cuerpos. Tatine le ayudara a subir a su esposa hasta la habitación, es bueno que descanse. Nosotros le esperaremos para desayunar en el salón y poder explicarle bien lo que ha sucedido.
Dejamos a Gloria durmiendo plácidamente sobre una fresca cama recién preparada. Su cara se veía completamente relajada al igual que su cuerpo desnudo y tan solo el intenso rojo de sus labios parecía guardar memoria de los instantes que había protagonizado aquella noche y que jamás conservaría en su recuerdo.
Tatine contemplo su cuerpo desnudo sobre las blancas sábanas y , cubriéndolo delicadamente con la sábana de cobertura, me miró y ambos salimos de la habitación camino del salón.

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