viernes, 20 de enero de 2012

Recuerdos Incompletos (Relato)

Mirando al mar, por la ventana, se recuerdan momentos infinitos que hacen que la mente se pierda en la distancia del tiempo. EL mar tiene ese efecto, parecido al fuego, que te hace penetrar en un profundo estado de ensoñación.

La mente rememora las páginas de los recuerdos inolvidables y, entre las más sencillas, se entretiene jugando y repasando cada detalle, recreando el momento vivido y hay un instante en que dejas de ver el mar, desaparece, engullido por sus propias olas, para dejarte inmerso en el paisaje de tus memorias.

A mis hueso, ya viejos y cansados, solamente les queda la memoria que les procura esa ventana al mar desde esta residencia que me acoge y que hoy llamo hogar.  Una manta de cuadros cubre hoy  las piernas donde antaño reposaba Gloria su cabeza pretendiendo,  sin conseguirlo, sustituir el calor de su cuerpo, de su aliento, de su perfume de mujer en el aire,…

EL mar me acompaña a cada instante como fiel amigo que te coge de la mano y te aleja de ese abismo de nombre impronunciablemente austriaco o alemán que, afortunadamente es lo primero que se ha borrado de mi memoria.

La última ola que he podido ver me ha sumergido  precisamente en la memoria en el instante exacto en que  me enamoré de ella y en el recuerdo se me inflama el pecho, ahogado entre las aguas,   en ese hondo estallido de añoranza tan cercano a la muerte que te hace sentir vivo.

Su perfecto compás sobre el caballo hacía sin esfuerzo bailar una danza magnífica a los dos elementos. Mi obra estaba hecha, ya casi rematada y como en Pigmalión cobraba amor ante mis ojos y ante aquel  corazón que  quería negarlo.

Nada es posible en un amor tan distanciado y tan cercano y nada es imposible contestaban sus labios reposando su aliento  sobre los míos. Una hermosa cadencia de galope corto había puesto fin a su trabajo diario y mi alumna descansaba ahora, con la cincha aflojada en la montura, pie a tierra, brillante de sudor y plena de esplendores.

Otro bate del mar me trae recuerdos de aquella misma noche, al recogerla en el pueblo junto a la ermita, mis ojos se posaron en los suyos y mi boca exhaló el aliento del amor que sentía por su vida en un intento vano de apartarla de  de mis años de más como si yo fuese quien pudiera decidir en los asuntos de su corazón.

El mar me ahoga en sus brazos, me sacude y revuelve como un toro y devuelve en su embestida los besos de amor de su sonrisa eterna mientras mis brazos se pierden en su cuerpo absorbiendo su piel hasta mis venas.

Es tan profundo el mar,… y tan inmenso,…!

Los recuerdos se agolpan y amontonan como en aquella noche las embestidas de nuestros cuerpos sobre la arena de la pista alzando en tempestad la espuma de las olas encrespadas, salpicando de sal nuestras pieles desnudas.

En un intenso amor no hay intermedios.


-¿Qué tal se encuentra hoy doctor?
- Parece que lleva buen día aquí está, junto a la ventana, mirando el mar como siempre.

La mujer que hay a mi lado ha retirado la manta de cuadro de mis piernas y, acurrucada a mis pies ha poyado su cabeza sobre ellas. Es una cálida sensación que no me resulta extraña del todo. Mis dedos se mezclan en su suave pelo y juguetean inconscientemente en sus mechones.
Una húmeda sal recorre su mejilla.

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