viernes, 20 de enero de 2012

La Flaca (Relato)

Se había quitado los guantes de cuero y estiraba los dedos preparando los tendones para la muerte. Quizás era lo único que le quedaba por quitarse,…, bueno, los guantes, el guardapolvo y ,por supuesto, las botas. Nunca se quitaba las botas,…, como si estuviera siempre preparada para morir.

Decían de ella que ningún hombre había podido disfrutar su virtud y vivir para contarlo y ahora allí estaríamos los dos, batiendo el polvo de la calle principal, mientras recordaba, en cada paso, la breve historia que nos había envuelto en las sábanas del hotel en otros polvos mucho más evocadores que estos.


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Pocas horas antes me había desplumado en la mesa con una simple pareja de doses.Claro que en esta ocasión si se había quitado las botas y su pie se había entretenido en mi entrepierna ocasionalmente en suaves pero profundos masajes que habían hecho que toda mi sangre y lo que quedaba de mi cerebro, se concentrasen precisamente en la cabeza que no tenía que jugar la mano.

La Flaca, así era conocida en todo el medio oeste, despertaba en los hombres ese inquietante deseo del peligro que nos hace perder nuestro natural instinto de conservación en una especie de atracción fatídica e irremediable.

Todas mis fichas se encontraban en juego como si se hubiesen trasladado solas al centro de la mesa y mi proyecto de color nada tenía que hacer frente a sus doses, mientras los dedos de sus pies habían conseguido desabrochar los botones de mi bragueta con una sorprendente habilidad y sus dedos acariciaban mi glande con la suavidad de una lengua de vaca.

(las largas noches de los caow boys en el desierto te hacen conocer bien los distintos aspectos de estos cariñosos animales)

En unos instantes la mesa de juego desapareció de mi vista y me sorprendí siguiendo la melodía del pianista mientras susurraba palabras incomprensiblemente familiares que me acercaban a esa sensación tan inquietante del dejàvu.

“Por un beso de la flaca yo daría lo que fuera, por un beso de ella, aunque solo uno fuera…”.

“(Un buen comienzo para una canción)” pensé por un instante sin ser consciente en ese momento del significado final de esa letrilla.

Las situaciones cachondas siempre me habían puesto romántico y mi labio inferior comenzaba a pesar cada vez más aportando a mi rostro esa expresión bobalicona  de rendición que tanto excita a las hembras en este lado del Oeste, mientras una tenue babilla resbalaba por mi atractivo mentón goteando sobre el vaso de güisqui para reconvertirlo en un amariconado güisqui con agua.

¡¡Jonás, ponle otro güisqui doble aquí al vaquero y danos la llave de la habitación!!

Un silencio invernal se apoderó del salón. Las palabras se congelaron en las gargantas mientras los dedos del pianista se agarrotaban sobre las renegridas teclas silenciando su desafinada melodía,…, las espuelas dejaron de tintinear mientras un gargajo se paraba a medio camino de la escupidera de latón….

Pero mis oídos no escuchaban el silencio. La tensión que las palabras de la Flaca habían hecho crecer en el ambiente,  se erguía en una contundente erección en el interior de mi calzona arrastrándome a un mundo diferente en el que las coristas seguían cantando y bailando, los borrachos balbuceaban sus incoherentes letanías y los rotundos pechos de la Flaca gritaban su esplendor sobre el escote.

(Si no subíamos rápido tendría que aliviar el dolor de mis huevos en una escupidera)


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La flaca arrancó la llave del petrificado garfio que envolvía en cuero el muñón de  Jonás comenzando a subir la escalera mientras mi cipote le seguía con su ojo de cíclope permanentemente fijo en ese indescriptible culo que ascendía ante el y que pareciera estirarlo y engordarlo como una gran salchicha alemana mientras mis labios seguían tarareando una canción que resonaba en mi cabeza como venida de otros mundos…

“y enloquezco de ganas de dormir a su ladito porque “Dios” que esta Flaca a mi me tiene loquito….”


Otro escalón más y su chochito hace volar hasta  a mi nariz una aroma dulce y penetrante de sabores deseados como un perfume cálido y húmedo de embriaguez, mientras el vaivén de su guardapolvo deja entrever sus morenas nalgas perfectamente torneadas.

“¡En mi vida conocí mujer igual a la Flaca,…!”( ¡y dale con la cancioncilla que se me ha metido en la cabeza!)

Ya en la habitación su piel sacudió violentamente el abrigo de sus hombros y una pantera, nacida desde las botas, se estiró mimosa en la cama ofreciéndome todos los encuentros del deseo.

Mi arma acabó aquella noche con sus seis tiros y aún tuve fuerzas para tirar de los dos de la escopeta recortada. Acariciando y comiendo su piel y sus rincones “mojé sus sábanas blancas “ derrochando los últimos fluidos de mi cuerpo en la seguridad de que esa sería la última noche que pudiese hacerlo.
Poco después del amanecer encontré la cama, todavía tibia, vacía.

Mis espuelas cantaban una triste melodía sobre los escalones y acodada en  la barra del bar pude verla desde la escalera.

Felicio, el enterrador, me miró bajar recorriendo mi cuerpo con esa parsimonia   detenida que caracteriza su oficio.

Allí estaba ella con su jarra de cerveza y su melena rubia.

“!Tómate unas Gordas¡”

“No , no puedo, tengo prisa, he de hacer algo aún”

“¡Que te tomes unas Gordas!, ¡Mira que …..!, ¡Mierda de tio!!! , ¡Te espero en la calle….¡


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Subí de nuevo la escalera para escribir mi historia y aquí estoy , a punto de bajar y cruzar la calle principal.

Se bien como acabará esto, generalmente soy muy rápido (menos anoche) pero… uno conoce sus limitaciones y… la tremenda  erección que aún me provoca me impedirá desenfundar.

He probado a bajarla de mil maneras, con hielo, ahogándola en güisqui, con bromuro, jarabe de palo,… Ahora que recuerdo, Felicio me ha mirado vertical y horizontalmente……

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Aprovecho y les dejo una letrilla que he compuesto esta noche, lo único bueno que he compuesto en mi vida y  dejo para la posteridad. Todo lo demás ha sido Bonito, pero,… Depende.

A propósito me llamo Pau Donés

http://youtu.be/upBK1PWi09w

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