viernes, 20 de enero de 2012

Cars (relato)

Siempre he sido el orgullo de mi clase. Veloz como el viento, agresivo a la vez que ágil y confortable. He conocido mil parajes, he viajado por medio mundo y mis dueños siempre han disfrutado de las grandes prestaciones que me han diferenciado del resto. Único….así es como me llamaban hasta hace tres meses, cuando mi ultimo dueño me aparcó en este local de compra-venta de segunda mano.

Estacionado e inmóvil entre relucientes seats, bmw, audis….. me empezaba a sentir un viejo e inservible mustang  viendo como  mis compañeros iban encontrando dueño  y en mi ya no se fijaba nadie; me llamaban viejo y pasado de moda.


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Y entonces…..la vi….. Se dirigía hacia mí con su larga melena rubia moviéndose al son de la brisa que soplaba esa mañana. Las grandes gafas de sol ocultaban sus ojos y unos labios pintados de rojo eléctrico, a juego con su vestido que imitaba el color de mi carrocería, se ceñía a su fino y escultural cuerpo pegado al  ritmo de sus largas piernas. Temblaban todas las piezas y cables en mi interior, jamás había experimentado esa sensación.

Entonces con sus blancos dedos y largas uñas pintadas como sus labios, empezó a acariciarme,…,  desde el morro, por todo mi lateral izquierdo.

No podía oír al estúpido dependiente que seguramente le estaría diciendo a esa belleza que comprara otro coche más actual. Estaba tenso y trataba por todos los medios que no se notase el babeo de mi radiador; si hubiera estado en marcha mi motor habría rugido como jamás lo había hecho. Se deslizaba a mi alrededor como una gata, observándome y estudiando hasta el ultimo detalle. Entonces dijo las palabras que yo deseaba oír desde que la vi ,“me lo llevo”, y con una palmada en mi maletero que me ruborizó y me hizo ponerme mas rojo de lo que era, fui la envidia de todos los portentos que allí estábamos aparcados.

Mientras ella entraba en la cabina y firmaba todos los papeles, mis compañeros solo me dedicaban palabras de alago y de envidia…. Yo no les oía, solo pensaba en esa mujer que en unos momentos me conduciría hacia donde a ella se le antojase.


La observe mientras bajaba las escaleras con sus tacones de aguja y esas piernas blancas,…, perfectas,…y …, me entró el pánico en un segundo.

 “¡¡¡Llevaba prácticamente tres meses parado!!! ¿Y si no funcionaba bien, y si se me acababa la batería, si no podía dar el cien por cien como siempre lo había hecho?”

 Ya estaba aquí, y con sus afiladas uñas abría mi puerta.

 Casi se desmontan todas mis piezas cuando se sentó sobre mi tapicería de cuero beige.

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Mis antiguos dueños, todos hombres, jamás me habían hecho parar a pensar en ello. Cuando sentí el calor de sus piernas, su nalgas juntitas bien apretaditas contras mi sillón, sus hombros descubiertos contra mi respaldo…¡casi me rompe la culata en mil pedazos!. Bajó la visera del conductor y con las finas yemas de sus dedos, deslizó sus gafas de sol a media nariz. La miré fijamente a través del espejo. Recorrí sus ojos color miel y esos labios que esbozaban una media sonrisa…¡era una picarona!. Con un su voz suave y seductora, me dijo, “vamos a ver que sabes hacer belleza”, encendió el contacto y giro la llave, entonces, hice rugir el motor como jamás lo había hecho, ella rió, agarró fuertemente el volante y con la diestra cerro su puño envolviendo mi larga palanca de cambios que, para mi asombro, parecía haber crecido unos centímetro con su contacto. Pisó a fondo mi acelerador y me revolucionó saliendo a la carretera. Me hizo esforzarme al máximo, correr durante horas sin descanso,… todos mis engranajes estaban al cien por cien, me exprimió todo el rato con esa media sonrisa por el retrovisor.

Dios, ¡¡¡¡me estaba poniendo cachondo!!!!, ufff, esos labios carnosos, su larga melena acariciándome con el viento, ese culito, pequeño y prieto, perfectamente apretado en el asiento, esa cintura….

Entonces, tras 5 horas de hacerme correr como ninguno de mis dueños lo había hecho, paró, al atardecer, en un mirador.


Era una carretera donde nos habíamos cruzado con uno  o dos coches que casi se habían quedado sin agua babeando por el bellezón que me dirigía. Apagó mi  motor; quitándose las gafas y clavándome la mirada en el espejo susurró mirándome “solo queda una cosa para que me termines de gustar”….., una tensa incertidumbre erizó mi pintura cuando, de repente…., se levanto el vestido y note su piel tersa y al separar las piernas su liquido calló sobre mi asiento de lo mojada que estaba; ¡¡¡casi se me desmontan las ruedas!!!!; en un abrir y cerrar de ojos había pasado su otra pierna al lado del copiloto y humedeciendo sus dedos en la lengua los frotaba suavemente empapando mi  palanca de cambios , jugando con su bola…, mi radiador, de haber estado en marcha, se habría deshecho a 500 grados!!! Pero la temperatura subió a mil cuando se introdujo mi palanca en su coño y, mientras con unos dedos me la sujetaba al entrar y salir, con la otra aferraba  mi freno de estacionamiento que, poco a poco, también se introducía por su culo.

Gritaba como una fiera; ya no era una gata, ¡¡era una autentica leona desmelenada!!, con sus pechos desbocados y haciéndome follarla por sus dos orificios. Mis amortiguadores se movían con violencia para todos sitios devolviendo sus embestidas, sacudiéndola y haciéndola gemir como una perra. La miraba desde todos mis espejos y retrovisores. Jamás imaginé que mi palancas de cambio y freno pudieran estar en unos recovecos tan calentitos.

Cuando acabamos me limpio y volvió a encender mi motor, le hice rugir para sacudir toda la electricidad que se me había acumulado, ensordeciendo el aire. Ella volvió a sonreír, y volviendo a la carretera dijo, “ mi Barón Rojo, así te llamaré….este es el principio de una bonita amistad”.

Yo, ahora al dos cientos por cien, deseaba que el día que mi carrocería muriese lo hiciese entre sus brazos.

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